jueves, 6 de diciembre de 2007

Comercial de Telefónica por unos minutos...

... o de como salir de un aprieto, sin considerar disculparte y reconocer tu error.

Creo que es un título sugerente para esta entrada. Lo cierto es que cada vez se me hacen más largas las tardes en el Instituto Palacios. No porque me aburra, sino en el sentido de resultar realmente agotadoras. La falta de glucosa en las neuronas termina por provocar "lapsus" que cualquier día me meterán en un problema.

Y miren que es sencillo pedir disculpas y reconocer el error, pero... ¿para qué? ¡Viva la imaginación! Esto me pasó ayer. Una tarde agotadora, ya estaba rendido, pero claro, hay que dar el "callo" o al menos parecerlo. Pues ayer la pillé con una de nuestras pacientes, una pobre señora de avanzada edad, que debió terminar de mí hasta los "pendientes reales". Yo no sé si fue esto, o que al final terminó por pasar una tarde de escándalo con las llamadas del que esto suscribe.

A las 17:00 horas comenzó su calvario. Veo la agenda, y observó que esta buena señora tiene cita el lunes para venir al Instituto. No la recuerdo, no recuerdo haber hablado con ella. Decido llamarla. Primer error. Un tono... dos tonos... una agradable voz me coge el teléfono al otro lado, dulce como ella sola rápidamente responde a su nombre, y me pregunta por quién la llama. Me presento, y le digo que la anterior responsable del estudio se ha marchado y que yo soy el nuevo responsable. Craso error... "Muy bien, muchas gracias, pero el otro día otro muchacho ya me llamó para decírmelo, y ya sé que tengo cita el lunes". ¡Ups! "Este... claro, era sólo por confirmar que mi compañero le había contactado". Así termina la conversación, despidiéndonos hasta el lunes. Por supuesto, no hay otro compañero, sino que fui yo quien la debí de llamar en una de los cientos de llamadas que realizo en una semana.

Pero aquí no termina la historia de amor-odio que en la tarde de ayer establecí con esta amabísima anciana madrileña a la que le debí joder su telenovela favorita, o su programa de televisión. Media hora después, tras hace otras cosas, me encuentro de nuevo sentado en mi escritorio. Delante mía tengo la historia, el informe y el kit de analítica para una paciente que viene el lunes, y que tengo que preparar antes. "Coño... si tenemos aquí una nota de que se hizo una analítica y nos iba a traer el informe... Pues aprovecho y ya le recuerdo la cita para el lunes". Segundo error. Segundo craso error. "Buenas tardes, le llamo del Instituto Palacios, se puede poner *********** ********". "Sí soy yo..." En esto que oigo la melódica voz de la señora, y caigo en el error... ¡¡¡De nuevo al habla con esta mujer que debía pensar ya que además de su artrosis de rodilla, era conveniente que la trataran del Alzheimer porque ella juraba que acababa de hablar antes con otro muchacho del Instituto Palacios!!! "Sí, no hay problema, es que me ha pasado una nota este muchacho para que le recuerde que por favor nos traiga el informe de su analítica para que lo vea el Doctor". Hasta aquí la segunda llamada, pero la tarde aún daba de sí, apenas estábamos en las 17:30 horas, y todavía había tiempo para trabajar duro para levantar este gran país.

Casi una hora después. Caigo en la cuenta de que tengo que llamar urgentemente a una de mis señoras porque nos tiene que devolver la medicación. Sin embargo en estos momentos mi cerebro ya no rige, las ideas no fluyen, ya sólo funciona la rutina, no me paro a pensar lo que voy a hacer, y marco el primer teléfono que veo en la pantalla de mi ordenador junto con la ficha de una señora que yo pensaba que era la que tenía que llamar... ¿Saben ya quien contestó? Antes de oir su voz, pero ya sin tiempo para colgar mi cerebro me avisa: "So inutil, ¡despierta!" Efectivamente, la tercera llamada de la tarde había tardado una hora y media desde la primera, pero ya había llegado. La escena era para verla... yo rojo como un tomate, ya no sabía si invitarla a cenar a la mujer o rogarle que me disculpara, y como la necesidad y el hambre aprietan por igual, y yo a estas horas ya tenía más hambre que el perro de Stevie Wonder, me puse manos a la obra, con la ayuda de mi cerebro, que entristecido por la situación en que su dejadez me había dejado, se veía ahora en la imperiosa necesidad de echarme una mano. Y en apenas unos segundos, justo cuando la señora al otro lado comenzaba a desesperarse esperando una respuesta que no llegaba... "Buenas tardes, le llamo de Telefónica, mi nombre es Juan Manuel Martínez, y deseo ofrecerle lo último en teléfonos para su hogar..."

Imagínense la escena por favor. Lo dantesco de la escena, con mi cara roja como un tomate, y mi cerebro que me traicionaba con un engaño que por poco estuvo en meterme en otro problema... la mujer dijo que no estaba interesada, pero... ¿y si hubiera aceptado la oferta?

Ya tuvieron comidilla ayer las compañeras del Instituto Palacios, con el relato de esta entrañable historia entre un muchacho estenuado y una mujer anciana que comenzó a sospecha que el muchacho quería hacerla revivir viejas épocas de lujuria y pasión. Esta es sólo la historia de una tarde más de Otoño-Invierno dentro del Instituto Palacios.

1 comentario:

Expediente X dijo...

"Teleoperador algo más de unos minutos..."
Desde luego Pepito Grillo particular, no vales para teleoperador, imáginate que te toca un departamento de retención, vamos para que no se den de baja la gente de cualquier compañía detelefónía. Una tarde, pongamos de otoño-invierno, te dan un fichero, con treinta y pico clientes, lo acabas y te dan otro, sorpresa, te vuelven a tocar algunos "repes", vuelves a llamar al hijo del titular. Al día siguiente, te dan otro fichero, y te vuelve a salir el hijo o lo que sea del titular, que nunca está, dicho sea de paso.
Tienes que hablar con el titular, bueno, pues a la cuarta vez, ya hablas con quien sea, el caso que no te esté escuchando la llamada tu coordinadora. Y eso sin ningún tipo de rubor, es así el trabajo, es más si no llamas te llaman la atención. Bueno, Pepito Grillo particular, no está mal para ser la primera vez, al final te daremos otro premio, al mejor teleoperador del Instituto Palacios, claro, je, je.

Saludos y hasta la próxima comercial o ligón de teléfono con madurita, ja, ja.