martes, 7 de octubre de 2008

La mala educación...

... Esta vez les voy a contar algo sobre un vecino. Un buen hombre, alguien con el que cualquiera podríamos encontrarnos por la calle y pensar: "qué gran ciudadano". Sí, pero detrás de este ser humano con categoría de ciudadano, se esconde una bestia parda cuya humanidad tiene a bien compartir con el resto de seres vivientes que se cruzan por su camino.

Este buen hombre, cuya simpática figura recuerda bastante a la imagen que tenemos muchos y muchas de nuestro simpar Sancho Panza, disfruta de una familia peculiar en la cual destaca sin lugar a dudas, para desdicha de sus convecinos su hijo. Un muchacho de unos 16 años de edad, pero que pudiera aparentar por cuerpo y figura más edad, y sobre todo más maldad de la que en realidad el buen muchacho disfruta. Ete aquí esta bella perla de la naturaleza que desde hace dos semanas ha decidido compartir con el resto de la especie humana sus esputos, teniendo como víctimas directas las baldosas de la amplia terraza del bajo que mi querida Dulcinea y yo disfrutamos. No es cosa agradable, entiéndame ustedes, tener que aguantar el espectáculo de ver como el muchacho deposita desde el tercer piso sus fluidos corporales sobre nuestra terraza, tanto por la imagen como por el sonido espeluznante e indescriptible que ocasionan al caer.

Como con semejante botarate debía lidiar, me armé de valor para subir a contarle una semana después del inicio de las fechorías, que quizás pensara que como buen marxista le iba a solicitar que con el fin de terminar de socializar mi escasa (perdóna, la escasa propiedad privada de mi abuela) propiedad privada, tuviera a bien acompañar el camino que sus desagradables escupitajos recorrían para terminar limpiando mi terraza. Todo por supuesto en un esfuerzo didáctico y enriquecedor único, pretendiendo hacer de este pequeño inepto una persona de saber estar y cordura. Triste aquí yo, que una vez subo y veo a la bestia parda (que por lo menos me sacaba dos cabezas), incapaz de negar la evidencia, termina el buen muchacho por decirme: "No si es que yo tengo un problema con mi saliva..."... ¡pero pardiez! ¡si ahora querrá contarme el buen mozo sus desdichas de salud para justificar tamaño despropósito! Con que con estas le expliqué sin prisa pero sin pausa, que me hacía cargo de su pesar, pero que un paso atrás en según que situaciones, podía venirnos muy bien a algunos para evitar un espectáculo del que jamás me hubiera gustado ser espectador. Nuestra terraza lo agradecería, aunque no sé si la suya...

Como a pesar de todo el muchacho no daba mucho más de sí, y apelar a la inteligencia del buen mozo hubiera requerido de un milagro que no está desde luego al alcance de buena parte del santoral unido en titánica tarea, decidí recurrir a la bendita autoridad. Y le hice ver que si se repetía la situación sólo una vez más, su padre tendría noticias de la fuerza pública, puesto que por si no se había dado cuenta en esta angosta calle en la que vivimos habían instalados cámaras en las farolas para vigilar el correcto estacionamiento de los coches, tal y como podía comprobar justo enfrente de su casa, y poco nos costaría demostrar que sus tenaces ideas sobre la higiene pública, no entraban dentro del concepto de salud pública.

Aquella misma tarde el botarate salió dos veces más a su terraza, no para lanzar sus "mensajes de amor" a sus vecinos del primero, tampoco para ver la estrellas, parecía más centrado en discernir si aquella amenaza mía era cierta o no. Sobra decir, que ni cámaras ni fuerza pública, que lo único que pretendíamos era dar un buen susto al muchacho, que desde hace una semana parece haber solucionado sus problemas "salivares".

En fin, qué vamos a pedir a este muchacho si el padre, a las 7:00 horas am (antes del mediodía para entendernos), baja a un hermoso perrito llamado Luna, a grito pelado por las escaleras, como si en vez de perro fuera cabra y en lugar de ciudad, esto fuera campo abierto. Peores aún son las subidas por la escalera, al grito de "subeeeeeeeeee... subeeeeeeeeeeeeee... subeeeeeeeee...". Ni tienen vergüenza ni la conocen, pero no saben que alguno que anda suelto tampoco lo tiene... Todo a su tiempo, todo a su tiempo.

3 comentarios:

Voluntad dijo...

Pobre perro o perra? a dónde ha ido a caer?. Ves siempre hay alguien peor que tú criatura....

Expediente X dijo...

Y me pregunto yo, dado que tu estudiastes Farmacia al igual que tu Dulcinea, no será más fácil, encontrar la solución, en alguna de esas pócimas que solo vosotros los estudiados en dichas materias poseéis, para los problemas salivales de tan estimado vecino.
No me voy sin enviarte saludo Pepito Grillo, que eso sí, sería de mala educación, je, je. Hasta pronto.

Karla dijo...

auch!
esos vecinos, esos vecinos!!!