Reconozco que últimamente me queda muy poco tiempo para cuidar de este pequeño rinconcito virtual, que a como está el precio de la vivienda física, vete a saber si no terminamos mudándonos aquí... La cuestión es que el trabajo ha terminado de "absorberme", tiempo y espíritu. Ha sido mi primera semana como "pajarillo libre", cuando me pronosticaron entre uno y tres meses de formación. Llevo una semana descansando fatal, no doy abasto, y el trabajo se me acumula. El estudio del que soy responsable sigue incluyendo pacientes, y los que ya estaban hay que estar atentos para que no se pasen los plazos para las visitas. Estoy estresado. El estres laboral ha llegado a mi vida.
Para poneros una anécdota, como único farmacéutico del Instituto, soy responsable del control de temperaturas. Esto supone que tengo que llevar un registro diario de las temperaturas de la Farmacia y la nevera del centro. La Farmacia tiene un termómetro digital bastante simple y sencillo, que ya te indica máxima y mínima de las últimas 24 horas. No hay problema. El termómetro de la nevera es otra cosa... De esto nadie me avisó hasta este pasado miércoles, fecha en la que comenzó mis nuevas tareas (una más por pequeña que sea), y todo transcurre bien hasta que llego a la nevera, y me dispongo a hacer funcionar ese tortuoso aparato que tenemos por termómetro, y que únicamente tiene una tecla sobre la que en un perfecto inglés se puede leer "Go". "Pues nada" pensé yo... "Go!". Numeritos por allí, puntitos y figuritas por allá... era increíble que en una pantalla tan diminuta pudieran caber tantas cosas... Ante mí un universo de letras y símbolos se abría. ¡Qué estress! Al principio tenía su gracia... "En algún momento parará y me dará la temperatura"... ¡Oh iluso de mí! Pasado un tiempo prudencial, lo que se tarda uno en alzarse las manos a la cabeza y comenzar a tirarse de los pelos, entendí que aquello tenía mala pinta... La desesperación se hizo presa de mí, era el momento de buscar nuevas opciones... En un espacio sin ventanas por las que saltar, sólo quedaba la única idea que una persona en estado de lo que los médicos denominan "el pa' qué las prisas", se le podía ocurrir. "Si no tiene más botones el dichoso aparato, igual con dos "goes" para". ¡Oh craso error fruto de la desesperación! Ahí estaba de nuevo, con un termómetro que parecía el Santo Grial ofreciéndome la solución a los grandes misterios de la humanidad... Fue en ese momento en el que decidí, oh dolor de mi corazón, solicitar la ayuda que quizás me salvara el pescuezo, y es que uno piensa que si ha estudiado cinco años quizás pueda saber manejar un termómetro, pero no... Ahí estaba yo presa del pánico delante de una compañera doctora intentándole explicar la situación, justo cuando el termómetro después de cinco largos minutos se paraba en una cifra: 23,8º... Oh my God! "Será la temperatura ambiente"... pues no, porque arriba marcaba... "Máxima" Oh... No puedo describiros la cara de pavor, terror, desesperación que en el personal del Departamento produjo esta terrorífica visión. La nevera debía mantenerse entre los 2 y los 8º, y había superado con creces esas temperaturas. Hasta el personal de limpieza del centro estaba preparando el "petate" para salir corriendo. En la nevera la joya de la corona (GARDALIS) podía haber quedado inutilizado. ¿Cuánto dinero perdido? Vamos, que yo ya estaba preparándome para echar entrevistas, cuando se nos ocurrió la brillante idea de solicitar ayuda a la antigua farmacéutica del centro.
Sí, tal y como lo leen después de media hora de sufrimiento, este equipo formado por doctoras, enfermeras y un farmacéutico se encontraba ante la tesitura de que un termómetro igual era mucho para ellas. Tampoco nos ayudó mucho la llamada a la antigua farmacéutica, pero nos puso sobre la pista del complejo sistema de funcionamiento del aparatito: disponía de una conexión vía infrarrojos para descargar todos los datos al ordenador. ¡Cómo avanza hoy día la tecnología! Pero esta fue otra misión, hacer funcionar el infrarrojos. "No funciona, seguro que no está conectado", esta es la valiente conclusión de los que no tienen idea (Caso nuestro). Finalmente, se descagaron los datos, y la pantalla comenzó a "vomitar" datos que procedían del origen de los tiempos. Aunque la Directora del Departamento no comprendía lo que allí sucedía, no nos hizo falta al resto mucho más para darnos cuenta de que aquel termómetro no se había descargado desde tiempos inmemoriales. Vamos, que hasta ese momento el frigorífico había tenido poco o un nulo control.
A pesar de todo paciencia, la cifra de 23,8º era la máxima histórica que se había producido el primer día tras encender el termómetro. Y por supuesto, la próxima vez que nos enfrentemos a un termómetro llamaremos a los mejores catedráticos para que nos echen una mano.
Creo que ahora comprenderán que después de esta semana me encuentre como si hubiera trabajado durante todo un mes. ¡Que me paguen la nómina ya!
viernes, 9 de noviembre de 2007
Agobiado
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3 comentarios:
Es lo que tiene el trabajar, que no te aburres, pero eso sí que no haya estress, entonces es cuando de nuevo recuerdo mi papel sindicalista, y concretamente de delegado de prevención de riesgos laborales, je, je, pero bueno ya ví que se solucionó el riesgo, o al menos eso parece, hasta la próxima, farmaceútico.
Bueno, todavía estamos haciéndonos... intentando ubicarnos, pero estres me temo mucho que tendré durante un tiempo... tampoco será mala señal, significará que aún no me han echado.
Ay guapetón lo que nos reímos el sábado comentando la historia del termómetro. Sin duda, un capítulo para el libro de anecdotario.
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