martes, 29 de julio de 2008

Hay historias que suceden para ser contadas...

... Así lo creo yo. Más que una creencia es una certeza, y eso me impulsa a contarles alguna de las muchas anécdotas que "tiempo a" tuve la ocasión de compartir con un personaje proviniente de la Alcarria más profunda, un personaje que ya en otra entrada me atreví a catalogar como "Manolo español", o yendo incluso más allá situarle dentro de la escala evolutiva como "homo garrulopitecus", vamos, lo que viene siendo el eslabón perdido.

Este apañado muchacho, este producto fallido de la evolución humana, este ser salido de las entrañas de la madre naturaleza para confundirse con sus semejantes, ya es farmacéutico. Este hecho más que alivio por lo que significa haber finalizado mi relación con tan emérito personaje, me produce pavor, consternación por cuanto su sufrido gremio puede llegar a padecer ante las actuaciones de este buen homínido. Les aseguro que no exagero, no quiero ser cruel, al menos no en exceso, sólo en su justa medida, quiero que toda esta narración despierte en sus mentes la imagen justa de la persona en sí, no busco más.

Si tuviera que narrarles una de las muchas peripecias vividas con el simpático alcarreño, les relataría un episodio que da buena cuenta de sus capacidades como boticario. Les hablo de algo que ocurrió harán unos tres años, cuando aún cursábamos juntos 3º de Licenciatura, y nos hacíamos castillos de arena pensando en nuestro maravilloso futuro profesional. Este personaje, con la vida resuelta por la diosa fortuna (tuvo la suerte de nacer en familia de boticarios, con padre y madre titulares de oficina de farmacia), cursaba por aquel entonces una serie de asignaturas entre las cuales se encontraba la temida y a la vez odiada, Química Orgánica.

El Departamento de Química Orgánica había organizado por aquellos días un precioso acto de inauguración de las nuevas vitrinas de los laboratorios de prácticas, que habían costado una pasta, y eran la joya de la corona. Después de tres años junto al homínido, cualquiera pudiera pensar sinceramente que la capacidad para sorprenderle a uno se había terminado. No obstante, pronto nos iba a sacar este proyecto de ser humano del craso error.

En unas prácticas de laboratorio organizadas de una manera totalmente improvisada, y como estreno de las campanas más sofisticadas de toda la Facultad, nos introducíamos en el difícil campo de la Química Orgánica. Aquellos estudiantes que avanzaban en lo que era casi el ecuador de su formación como sanitarios, se las presumían felices. Los responsables del Departamento en su afán por vernos crecer como profesionales del medicamento, no tuvieron mejor ocurrencia, que darnos un folio escrito por una cara como única explicación de unas prácticas que por sencillas que pudieran parecer, no dejaban de consistir en reacciones químicas más o menos complicadas, puestas en práctica.

Evidentemente allí, lo de menos eran los conceptos teóricos. No. Ese no era el problema. La cuestión se encontraba en el origen del lenguaje. Aquí nuestro amigo el primo del Homo Antecesor, sólo atinó a dejar una mirada perdida y rascarse la cabeza ante el esperpento que para él suponía enfrentarse a tamaña afrenta. Desde luego iniciar unas prácticas sin más explicación, suponía todo un reto. El que más y el que menos, por una mezcla de precaución y vergüenza torera, miraba de reojo a los compañeros de campana para ver qué hacían para que si se metía la pata, fuera una metida de pata colectiva. No era el caso de nuestro amigo, que por aquel entonces se debatía en la cuestión lingüítica acerca del verdadero significado, del sentido último de la expresión... "baño de arena". Estas tres palabras puestas inocentemente una detrás de otra suponían un auténtico quebradero de cabeza para nuestro amigo. Estaba sin lugar a dudas ante un reto mayúsculo sólo comparable a la llegada del ser humano a la Luna. No estábamos ante una pequeñez.

Evidentemente a estas alturas, ávido lector, entenderá que si a este muchacho se le hubiera ocurrido preguntar o simplemente, echar el ojo a un lado como hacíamos el resto a estas alturas del partido, no habría historia que contar en adelante. Pero no, no es así como se construyen las grandes leyendas, no es así como se forjan los héroes del pueblo, los grandes libertadores de la sinrazón.

A estas alturas el Manolo español estaba ahí, enfrente de las campanas recién estrenadas, con un cacao mental de caballo, y tres palabras que rebotaban en su cráneo semivacío: "baño de arena"... Entonces, en una rápida asociación de ideas, se plantó ante tal dilema, debió pensar que tamaño reto necesitaba de una audacia que sólo estaba a la altura de su increíble intelecto, y en un esfuerzo de perspicacia decidió mirar a su alrededor.

Como en toda gran historia que se precie, la casualidad jugó en contra de nuestro héroe, pues le planteó ante sus narices dos elementos que terminaron por llevarle a la confusión más absoluta. Dentro de la campana encontró una placa calefactora. A su derecha, un enorme saco con lo que él supuso que era arena. No hizo falta mucho más. Subconjunto de A con subconjunto de B... ¡y voilá! Sí, señores y señoras, fue justo en ese instante, fue ahí, quizás el instante podría haberse captado con una mágica cámara de fotos que nos permitiera ver ideas. La bombilla se había iluminado, para desastre, horror y desesperación de la ciencia química.

Ahí teníamos a este muchacho, a este aspirante a farmacéutico preparando lo que él entendió como un "baño de arena". No quiero obviarles detalles, pero a estas alturas ya hubiera sido más sencillo copiar la "idea" de sus compañeras de vitrina (que sí que habían llegado a lo que era el baño de arena), pero entonces tampoco hubiera habido historia. Él quería seguir descubriendo el mundo, quizás hoy no fuera la rueda, pero ¿y el fuego? ¿y el baño de arena? Pues en estas estaba, cuando cazo en mano se puso a dar "paladas" de arena para coger arena, que posteriormente transportaba sin ningún remilgo hasta el interior de las recién estrenadas campanas con la firme idea de hacer lo que él consideró que era un baño de arena, es decir... con la intención de cubrir de arena la placa calefactora. No fueron tres ni cuatro los cazos que nuestro simpático Manolo llegó a llenar, no. Les hablo de una placa calefactora llena de arena, completamente cubierta. Sólo podíamos apreciar un montículo de arena, que más pudiera parecer una duna en medio del desierto intelectual de aquella campana... La suerte que tuvo la campana recién estrenada (y el departamento y estudiantes que allí nos encontrábamos) fue frenarle justo antes de que tocara nada más. Fue difícil contener las lágrimas por la emoción del pellejo salvado primero, y después por la "panzada" a reir que nos pegamos. La historia recorrió la Facultad durante semanas, quizás meses, ahí nació la leyenda. Ahí se forjó el héroe que de un saco de arena y una placa calefactora quiso reinventar el concepto de baño de arena. Y es que no hablamos de un cualquiera, no, hablamos de todo un triunfador.

No les voy a desvelar más entregas de esta serie, pero sólo les daré un pequeño adelanto de nuestra próxima aventura, que se desarrollará en el laboratorio de Química Inorgánica y tendrá como coprotagonistas un bote de Ácido Sulfúrico y nuestro Manolo.

4 comentarios:

Expediente X dijo...

Estimable amigo Pepito Grillo, pasaba yo para concederle un PREMIO CADENA, nada más, pero cual fue mi sorpresa, que habías actualizado y que historia, la del mencionado Manolo y su baño de arena. Salvaguardando las distancias o diferencias, te diré que yo el pasado largo fin de semana me dí tres baños, je, je,
el primero el jueves 24 de julio en mi antiguo curro, la despedida fue un AUTÉNTICO BAÑO DE BESOS, no sé si volveré a dar tantos besos. Y el segundo, una KEDADA X FILA, para ver la peli de EXPEDIENTE X 2,
un@s 30 frikis con el doblador de la vozde Mulder como invitado especial, desde el mediodía hasta quellegué a casa sobre las cinco y media, UN BAÑO DE MULTITUDES. Por útlimo, el domingo me fuí a dar un AUTÉNTICO BAÑO DE PISCINA, y que bien me sentó. En fin, son otros tipos de baños. Volveré a visitarte, y en busca de otra historia. Hasta la próxima, compañero.

Marco de Mesa Cáceres dijo...

No cambies la historia, Pepito... Faltas a la verdad y manchas la reputación de tu protagonista. Según mis fuentes, la leyenda de "Manolo" comenzó mucho antes. Otra cosa es que tú te toparas después con él...

roucco siffredi dijo...

mu buenas...doy fe, x cercanía de esta historia. Quizá tuvimos un poco la culpa todos por lavarnos las manos y dejar a este pobre elemento seguir en sus andanzas to feliz...cuestión de pelotas, quizá esta no sea la historia más acojonante del citado ser,por recordar alguna, ahí quedan la de los wateres y el conserje, los famosos test de inmuno, las convivencias de retiro espiritual para ser mejor persona (de la secta q fuera, aun por definir, pues hay versiones contradictorias sobre su pertenencia a varios clanes)la de dar el coñazo despues de clase a todos los profesores 10 minutos(de media)durante 5 años larguisimos, las de poner a caldo a la peña x el messenger, llegandole a el con copia adjunta a la vez que se le mandaba al afectado x sus comentarios, la del desastre con los estupefacientes en nosequé hospital de madrid con el jefe Farmacia blasfemando mientras to el hospital se preguntaba q podia estar pasando en los servicios de farmacia, las de maxacarte el mu hijo puta (perdon, weno no) siempre que algo no te salia to lo bien q qerias...la de rayarle el coxe a su madre en el garaje de arriba abajo y hacer 100 practicas (en ese pueblo la media debe ser de 25) para jamás volver a cogerlo...ahí van pistas, la narrativa es mucho mjor la tuya sin duda jejeje

Pepito Grillo dijo...

Hay roucco que ya se por donde van los tiros. Ya contaremos alguna andanza más del "Manolo Español". Alguna pista me ha dado alguna buena idea jajaja...