... Bien podría ser este el próximo slogan de la compañía de autocares ALSA. Yo diría más bien, "la peor forma de viajar". Son ya varias las experiencias negativas con esta compañía, sobre todo de un tiempo a esta parte, y puedo asegurar que soy asiduo (para mi desgracia) de este medio de transporte.
Tras hacerse con Continental, los clientes habituales de ALSA hemos visto como la calidad del servicio descendía considerablemente, sin que las quejas y reclamaciones valieran para algo. Una cuestión es que sea el medio de transporte más barato (en algunos trayectos) y otra cosa es que pueda costarte la vida. Y no lo digo haciendo uso de la hipérbole, es que no es el primer viaje en que los conductores de autocares subcontratados incumplen el código de circulación, por ejemplo haciendo uso del teléfono móvil mientras se encuentran trabajando. Tampoco es raro viajar en autocares sin cinturones de seguridad, obligatorios en autobuses.
Probablemente nuestra experiencia más pintoresca se produjo cuando un valiente conductor decidió salir a hacer un viaje sin la menor idea de a dónde iba, ni probablemente de dónde venía. Uno ya empieza a sospechar incluso del estado etílico de alguno de estos valientes profesionales (por otra parte, también he tenido ocasión de ver a grandes profesionales, no es conveniente generalizar). Suelen darse estos problemas cuando ALSA subcontrata autocares a última hora, que últimamente suele ser habitual. ¿Quién sería en este caso el responsable último de una negligencia por parte de este servicio contratado, que a su vez es subcontratado?
El simpático conductor al que antes hacía referencia, que por su aspecto pudiera parecer primo de Moncho Borrajo, inició sus fechoría al demostrar abiertamente su incapacidad para salir de la estación Zaragoza-Delicias. ¿Que por qué lo supimos? Pues a la segunda vez que hizo la rotonda completa en un polígono industrial abandonado de la mano de Dios, ya sospechamos, pero sin lugar a dudas, fue la tercera vez que hizo la rotonda de manera consecutiva, cuando corroboramos que aquel simpático conductor tenía la misma idea de a donde tenía que salir, de la que yo puedo tener de física cuántica avanzada. Vamos, que empezábamos el viaje con confianza y alegría, poniendo todas nuestras esperanzas (y nuestra vida) en aquel amable profesional que con tan buena voluntad tomaba las de Villadiego (la Nacional II), camino de Madrid.
Debido al retraso, el buen señor, tuvo la simpática idea de gastarnos una "gracieta" en forma de pegarnos un viaje de casi cuatro horas sin parar. Lo que se dice "mu heavy". Sin embargo aquello no era suficiente para completar nuestro simpar viaje circense, sino que a punto del stress más absoluto y cuando teníamos ganas de subirnos por los cristales de aquel minúsculo habitáculo (que dicho sea de paso sólo podía considerarse un autocar escolar medio-adaptado para viajes largos), pues fue llegado este punto cuando nuestro simpático amigo (ya en estas alturas era amigo íntimo) nos hizo ver pegados, ¿qué digo pegados? ¡Subidos como Spiderman a los cristales de la parte derecha del autobus como nuestro recién adquirido colega se saltaba la entrada a Avenida de América, parada final de nuestro trayecto! Quiero que se pongan en nuestra situación: 40º a la sombra en aquel autobus sin aire acondicionado, con unos asientos hechos en esparto macizo y que tenía los ceniceros como mejor (y único) elemento de confort, y todo esto en cuatro largas horas ininterrumpidas de autobus con la música de la radio del conductor como hilo musical del viaje. Les ruego que se tomen un segundo para imaginarse la escena, y procuren imaginar por un instante. De verdad, sólo les ruego un instante, quiero que capten la desesperación, la crueldad del momento, no pido más... ese pobre hombre, ese incauto hombre que con casi 50 almas tras de sí con ganas de quitarle la vida, se le ocurre antes de preguntarnos porque no tiene ni idea de entrar en la estación, pasarse la entrada y entrar en la vorágine de una ciudad que no conoce.
Sólo fue a los 500 metros y cuando estábamos en plena Calle María de Molina, cuando este simpático personaje, tuvo a bien compartir con nosotr@s lo que era una evidencia, estaba más perdido que un billete de 20 euros prestado a Tamariz... la situación se tornaba por momentos dantesca. Hubo un conato de motín. Una señora de avanzada edad, en su desesperación y en un alarde de inteligencia imparable, no tuvo otra idea que ponerse a llorar a lágrima viva, solicitando que la dejara allí porque no llegaba al siguiente autobus. Es decir, la buena señora pretendía quedarse en medio de Madrid, no sabemos muy bien donde (en estas pesquisas el simpático conductor andaba por el Metro Cruz del Rayo buscando el origen de la vida más que la entrada de Av. de América), porque no cogía un autobus que salía justo de donde tod@s queríamos (y habíamos contratado) llegar.
Y claro está como suele ocurrir en este santo país, cuando dos mentes lúcidas y ágiles se juntan, lo que puede salir de tal conjunción, es el invento de la rueda... miles de años después de que ya exista. Una maravilla vamos. Pues ahí estaba nuestro simpático amigo con ganas de dar por finalizado aquel calvario, que en una maniobra brillante, decidió dar marcha atrás en una de las principales arterias de Madrid para hacernos el favor de dejarnos junto al metro de "Cruz del Rayo", para que pudiéramos llegar a Av. de América, porque si nos quedábamos con él, antes podríamos terminar encontrando la solución al enemiga de la santísima trinidad.
No les cuento las caras de susto primero, y luego admiración que todos pusimos ante tan brillantes deducciones. ¡Este hombre tendría que ser ministro! ¡Qué elocuencia! ¡Qué capacidad para resolver problemas! Ahí estábamos en medio de Madrid con 5 kilos de maletas y 4 horas de trayecto en autobus del tirón.
Y justo en ese momento, se me vino a la cabeza...
Tras hacerse con Continental, los clientes habituales de ALSA hemos visto como la calidad del servicio descendía considerablemente, sin que las quejas y reclamaciones valieran para algo. Una cuestión es que sea el medio de transporte más barato (en algunos trayectos) y otra cosa es que pueda costarte la vida. Y no lo digo haciendo uso de la hipérbole, es que no es el primer viaje en que los conductores de autocares subcontratados incumplen el código de circulación, por ejemplo haciendo uso del teléfono móvil mientras se encuentran trabajando. Tampoco es raro viajar en autocares sin cinturones de seguridad, obligatorios en autobuses.
Probablemente nuestra experiencia más pintoresca se produjo cuando un valiente conductor decidió salir a hacer un viaje sin la menor idea de a dónde iba, ni probablemente de dónde venía. Uno ya empieza a sospechar incluso del estado etílico de alguno de estos valientes profesionales (por otra parte, también he tenido ocasión de ver a grandes profesionales, no es conveniente generalizar). Suelen darse estos problemas cuando ALSA subcontrata autocares a última hora, que últimamente suele ser habitual. ¿Quién sería en este caso el responsable último de una negligencia por parte de este servicio contratado, que a su vez es subcontratado?
El simpático conductor al que antes hacía referencia, que por su aspecto pudiera parecer primo de Moncho Borrajo, inició sus fechoría al demostrar abiertamente su incapacidad para salir de la estación Zaragoza-Delicias. ¿Que por qué lo supimos? Pues a la segunda vez que hizo la rotonda completa en un polígono industrial abandonado de la mano de Dios, ya sospechamos, pero sin lugar a dudas, fue la tercera vez que hizo la rotonda de manera consecutiva, cuando corroboramos que aquel simpático conductor tenía la misma idea de a donde tenía que salir, de la que yo puedo tener de física cuántica avanzada. Vamos, que empezábamos el viaje con confianza y alegría, poniendo todas nuestras esperanzas (y nuestra vida) en aquel amable profesional que con tan buena voluntad tomaba las de Villadiego (la Nacional II), camino de Madrid.
Debido al retraso, el buen señor, tuvo la simpática idea de gastarnos una "gracieta" en forma de pegarnos un viaje de casi cuatro horas sin parar. Lo que se dice "mu heavy". Sin embargo aquello no era suficiente para completar nuestro simpar viaje circense, sino que a punto del stress más absoluto y cuando teníamos ganas de subirnos por los cristales de aquel minúsculo habitáculo (que dicho sea de paso sólo podía considerarse un autocar escolar medio-adaptado para viajes largos), pues fue llegado este punto cuando nuestro simpático amigo (ya en estas alturas era amigo íntimo) nos hizo ver pegados, ¿qué digo pegados? ¡Subidos como Spiderman a los cristales de la parte derecha del autobus como nuestro recién adquirido colega se saltaba la entrada a Avenida de América, parada final de nuestro trayecto! Quiero que se pongan en nuestra situación: 40º a la sombra en aquel autobus sin aire acondicionado, con unos asientos hechos en esparto macizo y que tenía los ceniceros como mejor (y único) elemento de confort, y todo esto en cuatro largas horas ininterrumpidas de autobus con la música de la radio del conductor como hilo musical del viaje. Les ruego que se tomen un segundo para imaginarse la escena, y procuren imaginar por un instante. De verdad, sólo les ruego un instante, quiero que capten la desesperación, la crueldad del momento, no pido más... ese pobre hombre, ese incauto hombre que con casi 50 almas tras de sí con ganas de quitarle la vida, se le ocurre antes de preguntarnos porque no tiene ni idea de entrar en la estación, pasarse la entrada y entrar en la vorágine de una ciudad que no conoce.
Sólo fue a los 500 metros y cuando estábamos en plena Calle María de Molina, cuando este simpático personaje, tuvo a bien compartir con nosotr@s lo que era una evidencia, estaba más perdido que un billete de 20 euros prestado a Tamariz... la situación se tornaba por momentos dantesca. Hubo un conato de motín. Una señora de avanzada edad, en su desesperación y en un alarde de inteligencia imparable, no tuvo otra idea que ponerse a llorar a lágrima viva, solicitando que la dejara allí porque no llegaba al siguiente autobus. Es decir, la buena señora pretendía quedarse en medio de Madrid, no sabemos muy bien donde (en estas pesquisas el simpático conductor andaba por el Metro Cruz del Rayo buscando el origen de la vida más que la entrada de Av. de América), porque no cogía un autobus que salía justo de donde tod@s queríamos (y habíamos contratado) llegar.
Y claro está como suele ocurrir en este santo país, cuando dos mentes lúcidas y ágiles se juntan, lo que puede salir de tal conjunción, es el invento de la rueda... miles de años después de que ya exista. Una maravilla vamos. Pues ahí estaba nuestro simpático amigo con ganas de dar por finalizado aquel calvario, que en una maniobra brillante, decidió dar marcha atrás en una de las principales arterias de Madrid para hacernos el favor de dejarnos junto al metro de "Cruz del Rayo", para que pudiéramos llegar a Av. de América, porque si nos quedábamos con él, antes podríamos terminar encontrando la solución al enemiga de la santísima trinidad.
No les cuento las caras de susto primero, y luego admiración que todos pusimos ante tan brillantes deducciones. ¡Este hombre tendría que ser ministro! ¡Qué elocuencia! ¡Qué capacidad para resolver problemas! Ahí estábamos en medio de Madrid con 5 kilos de maletas y 4 horas de trayecto en autobus del tirón.
Y justo en ese momento, se me vino a la cabeza...
3 comentarios:
que bueno que hayas vuelto a escribir!
RE-bienvenido al mundo bloggeril
Fíjate lo que son las cosas, amigo Pepito Grillo, que este amable conductor os fué a dejar en Cruz del Rayo, donde próximamente me bajaré para entrar a mi nuevo curro de orientador laboral en una asociación a través de la C.A.M., en cuanto ala oposición, mejor que otros años pero la plaza díficil, todavái no he visto lista oficial. Bueno, al asunto, que a mí tu gran aventura veraniega "ALSA", me recordó a esta otra canción.
"A todos los conductores
mi voz sirva de compañía.
Al ritmo de los motores
por vuestras rutas de España.
Y le pido a San Cristóbal
nuestro patrón tan divino,
que con sus manos os guíe
salvos a vuestros destinos.
Precaución, amigo conductor.
La senda es peligrosa,
y te espera tu madre o esposa
para darte su abrazo de amor.
Precaución, amigo conductor,
tu enemigo es la velocidad.
Acuérdate de tus niños
que te dicen con cariño:
No corras mucho papá.
Pulso firme en el volante.
Al peligro desafía.
Su lema : siempre adelante
sin descanso noche y día.
Pero al fin de la jornada
te esperan con alegría.
Y te llenarás de orgullo
al decir: misión cumplida.
Precaución, amigo conductor.
La senda es peligrosa,
y te espera tu madre o esposa
para darte su abrazo de amor.
Precaución, amigo conductor,
tu enemigo es la velocidad.
Acuérdate de tus niños
que te dicen con cariño:
No corras mucho papá.
Homenaje a mi amigo conductor.
Es mi cante un homenaje.
Le deseo de corazón
buena suerte y buen viaje.
Y vaya en gracia de Dios."
Amigo conductor - Perlita de Huelva
Saludos y abrazos, yo con el cambio de curro tendré unos días de descanso en Agosto, creo, a ver si nos vemos sino con calor, con algo más de fresco, je, je, y saludos a las "Karlas", ja, ja.
Yo también trabajo ahora cerquita de la Cruz del Rayo... Debe ser una epidemia. Lo mismo hay un campo magnético que nos atrae hacia allí.
Respecto a lo de los autobuses, he de decir que he disfrutado con tu historia. El universo de los medios de transporte es maravilloso. Hace cosa de mes o mes y medio un viajero que acababa de subir se encaró con el conductor de la Continental... "¡¡Eso no me lo dices en la calle!!"... "Te lo digo en la calle y donde sea"... Ignorante de mi pensé que la cosa no pasaría de ahí. Eran las 15:15 de la tarde y el autobús iba a rebosar... Ante mi sorpresa, los dos se dirigieron hacia la puerta central del autobús y bajaron al lío. Puñetazo por aquí, puñetazo por allí. Al poco llegó otro conductor que yo no tengo muy claro si venía en actitud conciliadora o a repartir más leña. En fin... Historias de autobuses, trenes y metros. Próximamente en su kiosko.
Un abrazo
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