miércoles, 26 de noviembre de 2008

20-N día de celebración y algarabía

No, no voy a entrar en cuestiones políticas en esta, mucho más humilde entrada. El pasado día 20 de Noviembre conmemoré un aniversario. Una bonita fecha para que no se me olvide que año tras año, y ya van tres, desde el año 2005 vivo mejor acompañado mis pequeñas alegrías, mis pequeños éxitos, mis pequeños fracasos y mis pequeñas tristezas.

Fue un 20 de Noviembre frío como pocos recuerdan, que este que escribe alcanzaba el sueño de su Dulcinea particular. Tres años no son nada pensará algún simpático lector, yo creo que sería más sensato preguntar a la interesada antes de adelanta una respuesta. En todo caso y sea como fuera, no sé cómo ni de qué manera la buena manceba ha tenido a bien acompañarme en semejante travesía que he de reconocer sabiendo las fobias y manías del que esto escribe tenga todavía a bien permanecer junto a mí. En fin que mi Dulcinea del Ebro, tuvo a cabezonería particular hacerse con mi pobre corazón, y claro... ¿quién soy yo para resistirme a tamaño regalo del destino? Pues aquí me tienen tres años después, disfrutando de su compañía... y ella... bueno ella acompañándome, lo dejaremos ahí.

No disfruto de mayor premio, ni puedo imaginar mayor gozo que poder despertarme a su lado todas las mañanas.

Y como esta canción nos encanta a los dos, aquí os dejamos un regalito para que lo disfrutéis, espero que en buena compañía:


viernes, 7 de noviembre de 2008

En boca cerrada no entran moscas...

... esto pensé el otro día una vez más cuando desempeñaba mi puesto de trabajo. Es triste pensar la cantidad de chorradas que uno puede cometer en un momento, por no estarse serano y reflexionar brevemente. Sinceramente, la cantidad de disgustos que seríamos capaces de ahorrarnos si le diéramos un par de vueltas a las cosas.

Nos encontrábamos hará unos días en el puesto de trabajo, justo a la hora de la comida, a eso de las 15:00 horas (hora zulú digo yo), y en estas comenzamos a recoger nuestras hermosas pertenencias culinarias con el fin de depositar nuestros hermosos y apreciados cuartos traseros en el diminuto rincón que tenemos como espacio para comer. Como siempre, nos vamos los compañeros y compañeras juntos, además de nuestra jefa, y vamos avisándonos puerta por puerta.

En este caso, se encontraba nuestra jefa en su despacho con el teléfono en una mano sujetándolo (con pocas ganas debo decir), mientras tenía puesto el modo manos libres, con lo que pronto adivinamos que aquella voz que salía del teléfono no era ni mucho menos conocida para nosotros y nosotras, más aún cuando reparamos en que el interlocutor al otro lado se expresaba en la dichosa lengua de Shakespeare. Cuando nuestra jefa nos vio, amablemente nos dijo "me dan ganas de dejar aquí el teléfono y que ellos vayan hablando", por supuesto en voz lo suficientemente alta como para que su interlocutor (de ser tal) pudiera oirla perfectamente. Fue en ese momento cuando comenzamos a entender lo que luego nos explicó: nos encontrábamos ante una teleconferencia desde Estados Unidos por los resultados intermedio de un estudio que se iba a extender un año más. Interesante sin lugar a dudas.

Dado que pensábamos que era una conferencia, no dimos mayor importancia a ese comentario que hasta nos resultó en ese momento muy jocoso. Procedimos a depositar nuestros hermosos traseros en el staff para comer, y tuvimos como compañero de viaje al inalámbrico con conexión directa con Houston. Por supuesto, actuamos con total normalidad, hablando de nuestras cosas, gastando alguno (ya me conocen) sus bromas habituales, y sobre todo haciendo gala uno de su inglés refinado y cortés. Fue en este momento de bromas, cuando por arte de magia, y en ese momento de inspiración súbito y divino que acompañan a las grandes ideas, se nos pasó por la cabeza una preocupación en la que hasta ese momento todavía no habíamos caído: ¿Y si nos están escuchando al otro lado del teléfono?

Oh desgracia, oh dolor, o pena y desesperación pensábamos. Allí nos encontrábamos, una brasileña, una mexicana y un español, y les aseguro que no es un chiste con cara de haber visto un muerto, mirando fíjamente el terrorífico aparato. Pero como todavía la inconsciencia le puede a uno, y pensando que aquella desgracia no podía ser posible, tuvo la ocurrencia de agarrar el bonito aparato del diablo, para hacer la última y definitiva gracieta: "Excelent... Fabulous... Super...", cada adjetivo "pseudoinglesificado" venía acompañado del nombre de la empresa farmacéutica en cuestión, que por vergüenza (entre otros motivos lógicamente) no reproduciré en esta entrada. Sin embargo a continuación, justo nada más terminar de cavar mi propia tumba, desde el otro lado de la línea, tuvieron a bien dar por finalizada la conferencia, y cuando aún no nos podíamos creer que el hilo fuera de ida y vuelta, el ponente nos terminó de alumbrar el camino hasta nuestro descanso eterno, indicándonos (en inglés) que podíamos hacer preguntas, incluso desde el otro lado del hilo telefónico, incluso en español, porque las podían traducir.

Oh dolor, oh desgracia, oh desesperacion infinita... ahí fue, donde pensamos que el agujero más grande cavado en la tierra no podría estar suficientemente alejado de la Humanidad como para esconder la pifia que acabámos de cometer. Fueron sólo unos minutos después, cuando aún con alguna duda (lo último que se pierde es la esperanza), nos confirmó la monitora del Laboratorio en cuestión nuestra desgracia y dolor, informándonos de que efectivamente habían dispuesto (muy amablemente los grandísimos...) intérpretes bilingües al otro lado del aparato, de manera que en el laboratorio en cuestión llevan ya un rato preocupados por nuestra intérprete porque lleva horas riéndose y no conseguían pararle el ataque de risa hasta tal punto de temer por su salud...

Quede dicho que sólo Aznar impartió mejores clases de inglés en Georgetown... No les cuento más por no abrumarles, pero no querría que perdieran de vista en estas peripecias nuestras del teléfono, al gran Gila...